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lunes, 1 de julio de 2013

POEMAS DE TATIANA IRIARTE BLANCO (1996) FUSIÓN DE ALMAS




Fusión de almas 

Descendías del Apolo titubeando
como si la duda vistiera tu piel 
 y tímidamente te sombreabas con el humo de los motores.
Tersaste el antebrazo y lo deslizabas suave con la gravitación;

El triángulo de tu ser
palidecía en el arrecife burbujeante de los sargazos.
Tocaba el tambor de las horas,

Era la inacción de los ángeles frente tus suspiros 
era mi alma tumbando los versos que malherían tus cantos
la venia de las estrellas a tu moldura. 

Pesaba el insomnio de las palabras y se dividía el eco parabólico de tus cadenas
la dipsomanía de tu sangre se licuaba en mis linajes.
rasgaban mi lascivia

La paciencia es heredad de los humildes
mi paciencia había hervido en la placenta
era la menopausia de mi sentido común
el origami de nuestras almas
la fusión de nuestros sentires arrítmicos 
Que se perfeccionaban en la exégesis de las letras torcidas 
precipitándose en tus cuartillas de Venus
y solo sonreímos
El retorno a Upek
Hacía que todo se volviera rosas muertas

¿Qué será de nosotros?

Y, ¿si muere el caballo de Troya?
¿Si el gremio de los capitalistas revoca el contrato del viaje a la luna,
Qué ocurrirá con mi esquizofrenia
A dónde irán mis impulsos guerreros si se muere el beso?

Y si el cónsul de los delirios quiebra los espejos
Que será de mis sueños
Y de mi repertorio de himnos.

El globo se enaltecía con el helio
Se iba perdiendo el violeta en el inmenso azul
Se iban malogrando mis ojos  en el descomunal cielo.

¿Qué será de mí?

Mientras el tocadiscos se estallaba en risas.
El viacrucis se envanecía
Y el occiso nos santiguaba
Con que ternura bullían las hojas del cerezo
Con que sutileza se tocaban las campanas.

¿Qué será de ti?

Abba silencio

El silencio dispersa sus semillas sobre mis labios,
Camino dormida entre sueños que se roban las arpas de los ángeles;
Un poema se desintegra con la luz de las luciérnagas
y cae como polvo de hadas sobre el desván de pentagramas.

Quiero diluir su aroma en la brisa de la noche,
acariciar el beso que permanece errante en mi memoria.
Ese beso en el tiempo con gargantillas de fuegos,
Que adornaban las sienes de la magnificencia
Y perseguían el olor de las petunias de cristal.

El silencio que envuelve esta migraña con chispas de latón
se enciende en el pletórico crepúsculo
esparciendo las cenizas en la alcoba,
cayendo lento,
en la piel mustia dilatada en la danza de los peces que besan el agua.

Sonríe la tarde con su mirada ausente
sonríen mis dientes a la soledad
Que devora un pedazo de infierno.

Silencio que dibuja el alma pordiosera del adiós,
Que divaga en la fría ausencia maternal del cansancio,
Que recorre la piel en un latido
y hurta el aliento fugaz de una mariposa de plata.

Cruje el enorme silencio con la voz de un eco
Que derrite la nieve en su pecho, y hurga el mástil del trenzado de sus memorias.
Un tragamonedas sonríe mordiendo la cabeza de una serpiente
Y se  adhiere al asfalto de una calle que no
Aparece en las trazos sinuosos de una cartógrafo demente.

¿Entonces donde se halla su voz trémula
que pinta el hueso fértil de la pelvis marchita
y desborda con plenitud un hiperbatico graznido ocasionado por el cielo.?

Faltan voces que me duerman con el iris descubierto,
Que levite mi silueta ignorante de mi cuerpo.
Vasto cuerpo de defectos.

Y que el silencio muera con el grito de Esteban
Y los difuntos se apoderen de la poesía que mana de las estrellas.
No más silencio.
No más.




Abba silencio II

Su ondulante figura de matices grises
su vestido blanco decorando el baúl de instantes
Las velas de agua brindan su tintineo en la magia
y la escarcha de los relojes marcan que ya es tarde.

La paz os inmortaliza en el silencio.

Existe en el espacio un dragón rojo que ama el frio perfume de las nubes
Que carga prisionero el pensamiento de la muerte: Frívolo veneno que descubre tras la máscara el olvido.

Entonces
oh, silencio tu piel se mutaba en mi lengua
tu tertulia envestía mis fragancias,
Hendías las hojas de perlas
y el recinto de la almohada de piedra.

Te asomabas en la ventana de la alcoba enorme para mi pequeño espíritu
y sonreías con malicia hasta cegar mis oídos.
Deliraba la fiebre y deliraba mis libros.

En lo oscuro del sol existía una manzana en el vientre.
Que lloraba sombras que teñía el astro de violeta.
¡grandes dioses de batalla!

Silencio,
Silencio:
El castillo ha derrumbado mis manos,
Necesito el aura magistral
penetrar el arco de la arista húmeda
de los pasos lerdos, del putrefacto vértice en el velo negro.

Pues la lepra se lustra en mi rostro
la demencia rasga mis venas: arruinando mi primavera
Me evapora las canas.
¡No! 

 Las voces de los ángeles me despiertan de mis delirios
La música sangra mis oídos

que el silencio muera con el grito de Esteban,
y los difuntos se apoderen de la poesía que mana de las estrellas.
No más silencio.
No más.


Tatiana Iriarte Blanco
Galeras-Sucre-Colombia (1996)