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martes, 19 de abril de 2011

CUCHILLO DE LUNA

CRISTO GARCÍA TAPIA RETORNA EN SU
CUCHILLO DE LUNA

La poesía ha hecho su labor, se ha agazapado en la noche del cuerpo, se ha echado llave bajo la piel, se ha encerrado en el corazón del ser; latido adentro, en el centro justo donde la vida empieza otra vez siempre. Ahora la poesía toma a un hombre, le pone su halito, le da su brisa y su ala; el vuelo es menester de la memoria, la poesía es Cuchillo de Luna.

Entonces se ha nombrado el prodigio de lo que dura e hizo carne en el hombre, sorprendido ante el mundo que conjura cantando. Esto es noche, infancia, sonidos, lluvia que cabalga sobre días gastados, estaciones, colores, lenguas… viento… Cristo García Tapia. Por eso en todo esto hay un regreso, un nuevo trabajo de la poesía sobre el poeta, un cielo prometido para el que vuelve por su nombre y sus zapatos.

Cristo García Tapia, viene, retorna en su Cuchillo de Luna, canta el regreso a “mi pequeño mundo de bahareque y cañabrava”…  y se viene a buscar en los cerros verdes y los barriletes, en los remolinos de hojas secas, en los colores del viento, en los ojos de los pájaros. Viene vencedor y vencido, por un pedazo de tarde varado en el patio del padre, por las manos huesudas de la madre.

El hombre no ha de cantar más que el regreso, a sabiendas que es Comala y no Ítaca donde lo aguardan, pero regreso al fin habrá ese espejo definitivo: “Eso somos, una puerta falsa, la puerta del corral, el patio la cocina con sus humos, con su hollín perpetuo mamá, su bacinilla de peltre…” Eso somos.

Ante ello, Dios parece no inmutarse, “Exhalan su fatiga cotidiana las cosas/ Dios también” el hombre está solo y el gran mundo luce un millón de ratas que huyen de la guerra. El poeta sabe que todo es polvo y que la muerte nos sacude con su lengua aplicada, sin embargo sabe que hay un perdón en la poesía y una tregua en la memoria y sus luciérnagas sin tiempo. Luz y sombra, eso somos, búsqueda, niños extraviados que jugamos un día lejos del patio y ahora retornamos bajo la fiebre nocturna y secreta del poema.

Con afecto:
Jorge Del Rio

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