Fusión
de almas
Descendías del Apolo titubeando
como si la duda vistiera tu piel
y tímidamente te sombreabas con el humo
de los motores.
Tersaste el antebrazo y lo deslizabas suave con la
gravitación;
El triángulo de tu ser
palidecía en el arrecife burbujeante de los
sargazos.
Tocaba el tambor de las horas,
Era la inacción de los ángeles frente tus
suspiros
era mi alma tumbando los versos que malherían tus
cantos
la venia de las estrellas a tu moldura.
Pesaba el insomnio de las palabras y se dividía el
eco parabólico de tus cadenas
la dipsomanía de tu sangre se licuaba en mis
linajes.
rasgaban mi lascivia
La paciencia es heredad de los humildes
mi paciencia había hervido en la placenta
era la menopausia de mi sentido común
el origami de nuestras almas
la fusión de nuestros sentires arrítmicos
Que se perfeccionaban en la exégesis de las letras
torcidas
precipitándose en tus cuartillas de Venus
y solo sonreímos
El retorno a Upek
Hacía que todo se volviera rosas muertas
¿Qué
será de nosotros?
Y, ¿si muere el
caballo de Troya?
¿Si el gremio de los
capitalistas revoca el contrato del viaje a la luna,
Qué ocurrirá con mi
esquizofrenia
A dónde irán mis
impulsos guerreros si se muere el beso?
Y si el cónsul de
los delirios quiebra los espejos
Que será de mis
sueños
Y de mi repertorio
de himnos.
El globo se
enaltecía con el helio
Se iba perdiendo el
violeta en el inmenso azul
Se iban malogrando
mis ojos en el descomunal cielo.
¿Qué será de mí?
Mientras el
tocadiscos se estallaba en risas.
El viacrucis se
envanecía
Y el occiso nos
santiguaba
Con que ternura
bullían las hojas del cerezo
Con que sutileza se
tocaban las campanas.
¿Qué será de ti?
Abba silencio
El silencio dispersa
sus semillas sobre mis labios,
Camino dormida entre
sueños que se roban las arpas de los ángeles;
Un poema se
desintegra con la luz de las luciérnagas
y cae como
polvo de hadas sobre el desván de pentagramas.
Quiero diluir su
aroma en la brisa de la noche,
acariciar el beso
que permanece errante en mi memoria.
Ese beso en el
tiempo con gargantillas de fuegos,
Que adornaban las
sienes de la magnificencia
Y perseguían el olor
de las petunias de cristal.
El silencio que
envuelve esta migraña con chispas de latón
se enciende en el
pletórico crepúsculo
esparciendo las
cenizas en la alcoba,
cayendo lento,
en la piel mustia
dilatada en la danza de los peces que besan el agua.
Sonríe la tarde con
su mirada ausente
sonríen mis dientes
a la soledad
Que devora un pedazo
de infierno.
Silencio que dibuja
el alma pordiosera del adiós,
Que divaga en la
fría ausencia maternal del cansancio,
Que recorre la piel
en un latido
y hurta el
aliento fugaz de una mariposa de plata.
Cruje el enorme
silencio con la voz de un eco
Que derrite la nieve
en su pecho, y hurga el mástil del trenzado de sus memorias.
Un tragamonedas
sonríe mordiendo la cabeza de una serpiente
Y se adhiere
al asfalto de una calle que no
Aparece en las
trazos sinuosos de una cartógrafo demente.
¿Entonces donde se
halla su voz trémula
que pinta el hueso
fértil de la pelvis marchita
y desborda con
plenitud un hiperbatico graznido ocasionado por el cielo.?
Faltan voces que me
duerman con el iris descubierto,
Que levite mi
silueta ignorante de mi cuerpo.
Vasto cuerpo de
defectos.
Y que el silencio
muera con el grito de Esteban
Y los difuntos se
apoderen de la poesía que mana de las estrellas.
No más silencio.
No más.
Abba silencio II
Su ondulante figura
de matices grises
su vestido blanco
decorando el baúl de instantes
Las velas de agua
brindan su tintineo en la magia
y la escarcha de los
relojes marcan que ya es tarde.
La paz os
inmortaliza en el silencio.
Existe en el espacio
un dragón rojo que ama el frio perfume de las nubes
Que carga prisionero
el pensamiento de la muerte: Frívolo veneno que descubre tras la
máscara el olvido.
Entonces
oh, silencio tu piel
se mutaba en mi lengua
tu tertulia envestía
mis fragancias,
Hendías las hojas de
perlas
y el recinto de
la almohada de piedra.
Te asomabas en la
ventana de la alcoba enorme para mi pequeño espíritu
y sonreías con
malicia hasta cegar mis oídos.
Deliraba la fiebre y
deliraba mis libros.
En lo oscuro del sol
existía una manzana en el vientre.
Que lloraba sombras
que teñía el astro de violeta.
¡grandes dioses de
batalla!
Silencio,
Silencio:
El castillo ha
derrumbado mis manos,
Necesito el aura
magistral
penetrar el arco de
la arista húmeda
de los pasos lerdos,
del putrefacto vértice en el velo negro.
Pues la lepra se
lustra en mi rostro
la demencia rasga
mis venas: arruinando mi primavera
Me evapora las
canas.
¡No!
Las voces de
los ángeles me despiertan de mis delirios
La música sangra mis
oídos
que el silencio
muera con el grito de Esteban,
y los difuntos se
apoderen de la poesía que mana de las estrellas.
No más silencio.
No más.
Tatiana Iriarte
Blanco
Galeras-Sucre-Colombia
(1996)